sábado, 3 de enero de 2009

El no llama

M/23/11

Diario, no te digo querido porque eres tan repudiado por mí que espero calcinar tus páginas para olvidar todo cuanto escriba en ti.

Fue un día triste el de ayer, llamé a Gabriel, le comenté la causa de mi sufrimiento, no pude encontrar mejor consuelo que él, pues a estas alturas nuestras vidas convergen quizá para no sentirnos tan inútiles e incomprendidos, él atraviesa un problema igual al mío con su enamorada, Lucía, cuanto alivio sentí el verlo llorar y llorar yo con él, saber que comprende a detalle lo que significa atendernos de una persona la cual no muestra más que un frívolo egocentrismo.

Nos encontramos por la noche, llamamos a Diego y fuimos a un bar, bastó solo la primera ronda de tragos para desmoronarme y terminar maldiciendo mi vida, a veces pienso que estoy pagando mis errores, ¿los errores se pagan?, entonces Dios tendría que pagar una eternidad por inventar el pecado.
La noche estaba tan gélida y nosotros dentro de aquel lugar atestado de olor a nicotina, Gabriel, mi fiel amigo acompañó mi llanto, quizá por el dolor que cargaba ante la separación inevitable con Lucía, mas yo quiero pensar que lo hizo por acompañar mi llanto, así los dos estuvimos conversando con nuestros rostros empapados en lágrimas, cuanto consuelo y compasión sentí a la vez al ver a Diego uniéndose a nuestro llanto, ahora que me lo imagino pareciera una escena cómica, llorar los tres imprecando contra otras tres personas que en algún momento no supieron valorar lo que nosotros ingenuamente les otorgamos, amor.

Diego, la vida se simplifica a su lado, estar con él me hace sentir libre, feliz, no puedo dejar de reír caminando a su lado, sus pensamientos liberales son contagiosos, me alegra saber que en el puedo ver un hombre que nunca me verá como un objeto de su deseo, tal vez sea la razón de vulnerarme ante él y llegar hasta el atrevimiento de aclararme mis dudas respecto a mis sicalípticas dudas. -- ¿Diego cuando estas con un hombre en un concúbito, a ti se te para? – Diego rió de mi pregunta, percibí vergüenza, haber tocado un punto de su intimidad impenetrable, si cabe el término, decidió no contestarme, no insistí pero al comentarle a Gabriel días más tarde sacamos unas conclusiones que dejan mi curiosidad satisfecha.

Volviendo a aquella noche, Diego comentó algo extraño y era la causa de su tristeza “yo no me visto de mujer, no bailo con él, no me gusta ser un exhibicionista, a pesar que el a veces intenta mostrarme como suyo”, ¿a qué se debe el sufrimiento de aquella persona que pareciera sonreír todo el tiempo?, Diego, quizá vive una soledad como la mía, porque la soledad se siente estando en medio de todo el mundo y no encontrar un rostro, una mano, una palabra que reconocer.

Sabes, en mañanas como esta me pongo a pensar en mi soledad, parecen como piezas de dominó que voy arrastrando, cayendo una tras otra, se que este pensamiento es producto de mi depresión, la cual voy a superar, lo voy a lograr porque no es la primera vez que atravieso por esto, antes ya he sido víctima de un patán, lo amé, te juro que lo amé con cada extensión que pueda tener aquella palabra, pero él también vio en mí un simple objeto, ¿por qué las personas que amamos tienen que vernos como muñecos vacíos de cristal?.

Son las 11 del día y Julián no llama.

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